Menorca la misteriosa


MENORCA. Misteriosa y tranquila

Enigmática y con una oferta muy variada, Menorca nos invita a disfrutar de varios destinos en uno solo. Historia, naturaleza, gastronomía, cultura y diversión se dan la mano en la hermana balear más tranquila y sosegada. Tras conocer esta isla podréis afirmar fehacientemente que la virtud está en el término medio.

Por Pepa García

A veces no valoramos suficientemente los atractivos turísticos insulares con los que cuenta nuestro país y han de venir de fuera esos merecidos halagos para que comencemos a creer en ellos. Tanto el archipiélago canario como el balear disponen de un amplio reconocimiento internacional y es el destino favorito de alemanes, británicos y franceses. En este artículo, además de desvelar los secretos de una de nuestras islas favoritas, Menorca, queremos reivindicar la belleza de este patrimonio natural, que se encuentra sólo a una hora desde la península en avión o en un cómodo ferry y, además, a costes moderados.

¿Te gustan los enigmas históricos?

No conozco a nadie a quien no le guste los enigmas, también es cierto que a mí me encantan y puede que sea por ello que me haya rodeado de personas afines. Pues en Menorca estamos de enhorabuena porque distintas culturas prehistóricas han dejado un rastro poco definido que da lugar a elucubraciones. El elemento que más ha dado que hablar ha sido la taula, que es una estructura de piedra en forma de T (esa forma de mesa es la que le ha otorgado el nombre, ya que taula en catalán es mesa). Se sabe que pertenece a la cultura talayótica pero lo que no está nada claro es su función, lo más acertado parece ser que ejercía de santuario. En esa época las divinidades se manifestaban en determinados enclaves donde se construían recintos para el culto y se realizaban las ofrendas, sacrificios. También se mantenía una hoguera encendida de forma perenne. En algunos yacimientos como el de Torralba d’en Salord se encontró incluso una figura de un toro de oro y un quemador de perfume.
Otro dato muy curioso es que estas figuras sólo se localizan en Menorca y no en Mallorca donde también se desarrolló la cultura talayótica.
Otros yacimientos que no debes perderte si te interesa la historia es Torre d’en Galmés y Talatí de Dalt (a 4 km de Mahón), donde se concentran el talaiot central, un santuario con una taula, varias salas con columnas y algunas cuevas. No olvides tampoco la naveta d’es Tudons, del período pretalayótico, una construcción funeraria cerca de Ciutadella, proclamada Monumento Nacional. En
www.menorcamonumental.org encontrarás muchísima más información.

Un paseo por sus pueblos

Disfrutar de un día de playa, o de una semana, en Menorca es tan evidente que lo dejaremos para el final, ahora nos apetece recorrer algunas de sus localidades, compartiendo con propios y extraños la rutina habitual. Tanto si has tomado como base un gran hotel en la costa o uno más pequeño en un municipio no te pierdas una visita a la capital, Mahón (o Maó), un día entre semana. Comienza la jornada tomando el desayuno en alguna cafetería del paseo marítimo, viendo el ir y venir de los barcos, disfrutando de la brisa y de la visión de las mansiones que bordean la bahía. Ese sabor salado y el aroma a mar lo puedes perpetuar con una visita a su mercado de abastos donde las grandes piezas expuestas llamarán tu atención.
Además de algunos de los grandes hits de la capital como el Ayuntamiento, la Iglesia de San Francisco o la del Carmen y  el Bastión de Sant Roc, también es curioso conocer las destilerías de ginebra Xoriguer. La aparición de esta bebida espirituosa se debe a la ocupación británica que tuvo lugar en el siglo XVIII. Los soldados ingleses la requerían en la tabernas y los artesanos menorquines se decidieron a importar bayas de enebro y a fabricarla ellos mismos. Esta bebida que se elaboraba para consumo local comenzó a comercializarse a mayor escala bajo el nombre de Gin Xoriguer (
www.xoriguer.es) ya en el siglo XX. En las instalaciones de la destilería se puede apreciar los alambiques originales. Y si la ginebra sola os parece demasiado fuerte no dudéis en pedir pomada, que es un combinado con limonada con una proporción de uno a dos.
La pequeña ciudad de Ciutadella es una auténtica joya de reducidas dimensiones, algo que se agradece ya que es un placer recorrerla a pie y perderse por sus callejuelas que rezuman historia y leyendas. Un buen comienzo para descubrirla puede ser la plaza des Born, fácilmente reconocible por su obelisco, que conmemora el saqueo de los turcos en 1558, y que está rodeado de edificios emblemáticos.
El sonido de los pasos sobre la piedra te conducen hasta la Catedral que se yergue sobre una antigua mezquita y exhibe un gótico sencillo. Su aire distinguido y señorial se entiende perfectamente cuando se es consciente de su capitalidad hasta el siglo XVIII. Los palacios que jalonan la urbe, como el de Torre Saura, el de Salort o el de Martorell, no sólo sorprenden por sus fachadas sino por su rico interior.
Para descansar del aire nobiliario y del previsible calor veraniego, nada mejor que dirigirse a alguna de las múltiples terrazas que se dan cita en el coqueto puerto. En su kilómetro de extensión desprende actividad tanto de día como de noche, a veces es complicado encontrar una mesa libre.

Caldereta de langosta en Fornells

Junto a Mahón y Ciutadella otra localidad imprescindible es Fornells y por una razón muy concreta, su caldereta de langosta. Es este un pequeño núcleo pesquero con una bahía de tres kilómetros impresionante que cuando sopla la tramontana se convierte en el paraíso del surf. Sin embargo, su nombre da la vuelta al mundo por su arte al cocinar el plato menorquín más preciado. El rey Juan Carlos es uno de los apasionados de este manjar y no hay verano que deje pasar la oportunidad de degustarlo junto al mar.
La gran ventaja de saborear la caldereta en este lugar es que su calidad está garantizada, incluso hay restaurantes que exhiben grandes peceras donde las puedes seleccionar. Este crustáceo, la langosta europea (Homarus Gammarus) se captura de forma artesanal con cestos colocados en el fondo marino de las islas baleares y puede medir hasta 50 cm. Su captura sólo se permite entre marzo y agosto y ejemplares de más de 19 cm.
Sin duda, una experiencia obligada en Menorca es disfrutar de una buena caldereta en lugares de tradición como los que se encuentran en Fornells.
Otras poblaciones también merecen ser conocidas (Alaior, Es Mercadal, Es Castell) pero las encontraréis a vuestro paso por la isla y no perderéis la oportunidad de pasear por ellas.

Parque Natural de L’Albufera des Grau

Aunque la mayoría de los visitantes de Menorca no lo saben, o no lo tienen en cuenta, existe un área declarada Parque Natural en 1995 y su núcleo, además, es Reserva de la Biosfera. Merece la pena dedicar una jornada a conocer parte de sus 5.000 hectáreas, sus particulares hábitats y el contraste paisajístico. Dos que confrontan espectacularmente son las zonas húmedas de Albufera des Grau y la pizarra negra erosionada del Cap de Favàritx. El primero es el lugar perfecto para ver desfilar centenares de aves acuáticas migratorias y el segundo, es más propio de un escenario de pesadilla. Al menos esa sensación tuve yo la primera vez que lo ví, comprensible si tenemos en cuenta que el cielo se había teñido de negro, comenzaba a llover, la tramontana pegaba con fuerza y estaba anocheciendo. Se trata de un paisaje, que se asemeja al lunar, y está formado por pizarra erosionada por la acción del viento y las olas. El faro solitario que lo preside se erigió en 1922. Frente a la costa también es curioso el islote de S’Illa d’en Colom que cuenta con unas pequeñas playas y muchas lagartijas y al que se puede acceder en barco.

El mar, la mar

Si comparamos el Caribe con las costas menorquinas habrá algunos que nos llamen exagerados pero basta aconsejarles que conozcan alguna de las playas y calas de la isla para que puedan corroborar la realidad de esta afirmación. Es más, en Menorca tenemos la gran ventaja de que además del mar azul y transparente, la buena temperatura tanto del agua como del exterior y los fondos submarinos se encuentra cerca de la península y cuenta con una oferta de restauración y gastronómica muy extensa.
Pero volvamos a las playas. Las hay para todos, desde las cercanas a las poblaciones, muy accesibles y con multitud de servicios como Son Bou, a las más recónditas y vírgenes. Estas segundas, mis preferidas, suelen estar enmarcardas por un entorno natural único, pinares, rocas, barrancos o sabinas. Entre ellas, está la cala Macarella, Macarelleta, Mitjana y Mitjaneta, sólo separadas por unos 100 metros y donde el color cristalino y turquesa te invita al baño en cualquier estación.
Pide un mapa en la oficina de turismo donde se encuentran marcadas todas las calas para que no se te despisten las más pequeñas y coquetas, incluso puedes optar por descubrir algunas que se incluyen en el recorrido del Camí de cavalls –considerado patrimonio histórico y declarado Bien de Interés Cultural–. Este sendero de 179 km que circunda la isla, cuya función original parece ser que fue defensiva, actualmente es un medio fantástico para recorrerla a pie o a caballo.
No podemos terminar este reportaje sin invitaros a conocer también la noche menorquina, que quizás sea menos desmedida que la ibicenca o la mallorquina pero que es igual de placentera. Disfruta de una puesta de sol y una copa desde la Cova d’en Xoroi y pide que te cuenten la leyenda. Estremecedora.
 

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